martes, 24 de marzo de 2009

¿Son los castos tan malos como los infanticidas?

¿Son los castos tan malos como los infanticidas?

En referencia a toda esta polémica surgida en torno a la nueva ley del aborto y todo el marasmo de comentarios y opiniones a los que ha dado lugar. Harto de argumentos presuntamente científicos sobre lo que “es” una persona, que si tiene el ADN, que si no tiene conciencia etc... me topé por casualidad con un entretenido e interesante rompecabezas filosófico planteado por el profesor Peter Cave titulado: Si está mal matar personas, ¿por qué iba a estar bien dejar de crearlas? en el que se da una dirección diferente a la problemática ética del aborto. Comienza planteándose la siguiente cuestión: ¿Qué tiene de malo matar un bebé? La respuesta, nos dice, es aparentemente sencilla si la consideramos en términos de pérdida de una vida futura, una vida que tiene valor en sí misma, por lo que el aborto sería moralmente reprobable. Pero dicha vida también se habría perdido si se hubiera utilizado un método anticonceptivo; y si nos remontamos un poco hacia atrás, la abstinencia sexual también sería reprobable porque habría evitado la existencia de una futura persona.
Si se incide en que el aspecto negativo del aborto y el infanticidio reside en la pérdida de una persona futura, entonces son moralmente reprobables la contraconcepción y la abstinencia sexual. Los castos son tan malos como los infanticidas, aunque para la mayoría de nosotros esta conclusión resulta un tanto descabellada.
El error consiste en pensar que matar a un ser humano está mal debido a la pérdida de una futura vida, cuando en realidad lo que sería reprobable es la pérdida que sufre el individuo. Está mal matar a alguien que tiene un sentido de continuación de sí mismo en el futuro y que por tanto quiere seguir viviendo. De la misma manera matar a alguien que desea morir, que carece de deseo de continuidad de sí mismo en el futuro, no sería reprobable y deberían permitirse la eutanasia y el suicidio asistido. También pueden darse otras razones por las que no matar a dichos individuos: por ejemplo, si con ello causáramos dolor a otras personas.
Según esta forma de ver las cosas, ni la contraconcepción, ni la abstinencia sexual ni el aborto constituyen un prejuicio para el individuo que deja de desarrollarse porque no tiene continuidad de sí mismo en el futuro. Nadie cree que el esperma o el óvulo tengan deseos ni intenciones, y tampoco que los tenga un feto; ni siquiera los niños muy pequeños. A pesar de ello, el infanticidio y el aborto seguirán siendo reprobables en la medida en que pueden causar aflicción a otras personas vinculadas directamente con el feto, por ejemplo a la madre.
Desde este punto de vista, los argumentos de ciertos sectores sociales basados en “la pérdida de una futura vida humana” carecen de validez, pues implican conclusiones disparatadas (como que la castidad está mal por ese mismo motivo); Y sí debería tenerse en cuenta el “perjuicio creado a otras personas vinculadas al feto” como medida de decisión. Por tanto debe ser el individuo que sí tiene sentido de continuación de sí misma en el futuro, el que decida basándose en el posible perjuicio creado.

Gonzalo Cifuentes

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